Queratosis Actínicas

¿Qué es la Queratosis Actínica?

Las queratosis actínicas son lesiones cutáneas secundarias al daño solar que consisten en una placa roja, descamativa, áspera al tacto que aparece en zonas de la piel habitualmente expuestas al sol como son la cara, las orejas, el dorso de las manos, los labios, el escote o el cuero cabelludo.

Las queratosis actínicas suelen tener un crecimiento lento y progresivo y tardan años en desarrollarse por lo que con frecuencia aparecen en personas de edad avanzada. Son más comunes en individuos que pasan mucho tiempo al aire libre, tienen piel clara, personas con pecas, o aquellos que se queman con facilidad.

Un pequeño porcentaje de las queratosis actínicas puede evolucionar a un cáncer de piel (carcinoma epidermoide), mientras que tratadas precozmente la mayoría pueden ser eliminadas antes del desarrollo del mismo, de ahí la importancia de acudir al dermatólogo ante la presencia de síntomas:

Las queratosis actínicas se corresponden con una zona de piel alterada que puede estar:

– Roja e inflamada.

– Engrosada, con costra o descamativa.

– De superficie lisa y roja.

– Áspera, dura, sobreelvada.

– En el labio se presentan como una zona áspera, seca o con descamación.

PREVENCIÓN: Una forma de minimizar el riesgo de desarrollar queratosis actínicas es protegiendo la piel de la radiación ultravioleta.

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¿Cómo se tratan las queratosis actínicas?

Existen varias modalidades de tratamiento para las queratosis actínicas, como pomadas, crioterapia o LASER o la terapia fotodinámica (TFD). La crioterapia produce la destrucción de las lesiones por congelación. El tratamiento con terapia fotodinámica (TFD) consiste en la aplicación de una crema fotosensibilizante (que reacciona ante la luz ) sobre el tejido afectado, seguido de la emisión en esa zona de una fuente de luz. Se trata de un procedimiento muy selectivo, ya que la crema sólo es absorbida por las células enfermas o tumorales y la luz sólo activa las células que han captado esa crema. Es un procedimiento sin efectos secundarios y que no requiere hospitalización. Llevamos más de 10 años realizando tratamientos con TFD con unos resultados oncológicos y estéticos excelentes. Esta técnica también es conocida por su efecto rejuvenecedor y en dermatología estética se llama “rejuvenecimiento fotodinámico”.

¿Qué ocurre después del tratamiento?

Una vez llevado a cabo el tratamiento es necesario acudir a una revision dermatólogica para valorar si la lesion se ha resuelto por completo o persiste/recurre tras el tratamiento, así como para descartar nuevas lesiones. También el paciente debe estar al tanto de posibles cambios en la piel y consultar en caso de detectarlos.

¿Puede prevenirse las queratosis actínicas?

Sí, pueden prevenirse protegiendo la piel de la exposición solar.

Consejos

Puesto que el sol es la causa de sus lesiones siga los consejos de fotoprotección que se indican a continuación.
Debido a que su piel tiene tendencia a presentar queratosis, si tras realizar tratamiento presenta nuevas lesiones debe acudir al dermatólogo para ser tratadas bien con crioterapia o con otros métodos alternativos.
Consejos para la protección frente al sol

La luz solar favorece la formación de vitamina D en la piel con lo que previene el raquitismo y la osteoporosis, también es beneficiosa para aquellas personas con asma, artritis o ciertas enfermedades de la piel como el psoriasis. Por otro lado, el bronceado de la piel simboliza en nuestros días juventud y buena salud. Desgraciadamente permanecer mucho tiempo al sol sin una protección adecuada puede ser peligroso.

La exposición prolongada al sol a lo largo de los años puede producir un envejecimiento prematuro de la piel y aumenta la frecuencia de cáncer cutáneo. De la radiación solar que llega a la tierra el 48% es luz visible, el 46% es infrarroja (la que proporciona calor) y el 6% es radiación ultravioleta. Los rayos ultravioleta son los responsables de los cambios que ocurren en la piel como son el bronceado o la quemadura solar.

La cantidad total de radiación peligrosa ultravioleta que llega a la piel está influida por diversos factores como son: la hora del día, la latitud geográfica, la estación del año y las condiciones atmosféricas. Las posibilidades de una quemadura solar son mayores entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde.

Aunque las nubes filtran parte de la radiación ultravioleta no es infrecuente que se produzcan quemaduras solares en días nublados ya que la sensación de calor es menor y por tanto se prolonga el tiempo de exposición al sol.

No es cierto que tomar el sol debajo de una sombrilla nos proteja de la radiación ultravioleta ya que sí que nos llega la radiación dispersa y la reflejada por las distintas superficies como el mar o la arena.

Los efectos de la radiación ultravioleta se ven potenciados en los días cálidos y cuando hay viento. Los efectos del sol sobre la piel, a largo plazo, son el envejecimiento prematuro y el cáncer de piel.

La exposición prolongada al sol a lo largo de los años y sin protección produce una piel que pierde su elasticidad (piel de cuero), esta pérdida de elasticidad produce unas arrugas más profundas que las propias del envejecimiento; también se pueden producir en la piel manchas oscuras “manchas hepáticas” que suelen atribuirse a la edad.

En ocasiones se producen manchas rojizas y con escamas, llamadas queratosis actínicas, que si no se tratan pueden llegar a desarrollar un cáncer de piel. Está científicamente demostrado que el cáncer de piel está producido por la radiación solar acumulada a lo largo de los años. El 90% de los cánceres de piel aparecen en las partes del cuerpo expuestas a la radiación solar, como son la cara, el cuello, los brazos y las manos.

Existe la creencia popular de que no conviene “tocar” las lesiones de la piel porque se hacen malas, esto es rigurosamente falso, el porcentaje de curación del cáncer de piel, incluido el melanoma, es muy alto si se diagnostica y trata a tiempo.

La susceptibilidad de la piel frente al sol se ha clasificado según una escala de 5 puntos que es la siguiente:

Tipo I (extremadamente sensible) siempre se quema, nunca se broncea.
Tipo II (muy sensible) se quema con facilidad, se broncea poco.
Tipo III (sensible) suele quemarse, logra un bronceado claro.
Tipo IV (poco sensible) rara vez se quema, logra un bronceado oscuro.
Tipo V (no sensible) nunca se quema.
De todo lo comentado hasta ahora no debe deducirse que el sol sea un enemigo para la piel, sino que cuando nos expongamos a sus radiaciones debemos tener una serie de precauciones y utilizar una crema protectora del sol (fotoprotector).

El factor de protección que se debe de utilizar esta en función del tipo de piel de cada persona, por ejemplo las personas con pieles del tipo I y II deben usar un factor de protección del número 15 o más alto, las de tipo III un 10, mientras que las que tienen pieles menos sensibles es suficiente con un factor 6 u 8. En cualquier caso los dermatólogos recomendamos siempre un factor superior a 15.